Lynch hace distinción entre dos conceptos que están muy presentes en nuestro día a día: sitio y emplazamiento.

El sitio influye en el ánimo, tiene impacto social y biológico. El emplazamiento “limita” o “amplia” la función del sitio.

¿Es esto lo que hace que los sitios antiguos no planificados nos parezcan bellos, mientras que los actuales nos parecen rígidos y monótonos, deberíamos dejar que los sitios crezcan y se organicen de un modo natural? ¿Debe primar la belleza de las calles sinuosas u la funcionalidad de la rectilíneas?

A partir de esta reflexión comenzamos a reconocer cada uno de los protagonistas de este proceso.

El sitio es la materia prima, y el arquitecto , ingeniero, el paisajista y el urbanista los organizaran el sitio dando lugar al emplazamiento.

El resultado será óptimo si se consigue un resultado que concuerde con las preferencias del grupo humano y la funcionalidad a la que van destinados. En este proceso los profesionales deben plantear de forma concreta los objetivos, aunque como un “psicólogo” haya de interpretarlos bien por la ausencia, o la desinformación o la inexpresión del cliente. Pero en ningún caso estas situaciones dan “permiso” al profesional del emplazamiento a sustituir los valores o a imponer su “estética” y “hablar” por los clientes ausentes.

Por ultimo el diseño del emplazamiento debe tener también en cuenta el paso del tiempo, los cambios tecnológicos y sociales, y permitir por tanto la evolución del sitio de forma armónica.