La arquitectura y la ciudad han cambiado después de la pandemia de una manera u otra. Han tenido que readaptarse para poder cumplir con las nuevas necesidades que se requieren en estos días. Antes las ciudades jugaban un papel importante en el desarrollo de espacios verdes dentro de las grandes urbes, del uso del transporte público y de la concentración de grandes masas de gente en poco espacio. Ahora las ciudades sufren un cambio que se empieza a ver palpable en diferentes matices.

La gran necesidad hoy día tras el largo confinamiento sufrido es claro; la luz y necesidad de contactar con la naturaleza y el exterior. Al estar tanto tiempo dentro de las casas necesitamos salir de alguna manera al exterior, de recibir la luz, de estar en contacto con la naturaleza. Para ello, incoscientemente hemos adoptado un nuevo hábito y descubierto un lugar hasta ahora infravalorado en las casas; el BALCÓN. Se ha convertido en un lugar de encuentro y reunión, en los nuevos parques de las ciudades, pues permiten el contacto con la gente a través de los diferentes balcones pero de una manera segura. También podemos recibir la luz del sol, descansar e incluso disfrutar de la naturaleza dependiendo del tipo de balcón.

Por ello el principal cambio que ha sufrido la ciudad después de la pandemia es claro; los edificios se han convertido en el principal medio para parar el COVID-19, pues ha sido la única manera en este tiempo para poder superar la pandemia. Es la mascarilla más eficaz para las ciudades, pues nos permiten tener todo a nuestro alcance. Las casas han desarrollado un papel esencial, y junto con los balcones, no considerados ahora como tan importantes, han de jugar un papel muy importante en la nueva normalidad y la arquitectura post-COVID.