EL debate que planteamos el miércoles fue una intenso primer contacto con la asignatura de urbanismo. Ambos equipos supieron defender sus posturas con fuertes argumentos, y sin embargo, ninguna nos satisface.
No somos dioses, decíamos el miércoles. No todo es blanco ni negro, y tampoco de ese gris tan oscuro que vemos en nuestro futuro. La arquitectura ha muerto. La arquitectura tal y como la conocíamos. Ya no existe el nombre, ya no existe la firma. El pequeño estudio del gran arquitecto ya no existe. El arquitecto ya no es una figura fundamental.
El futuro no es mío, ni tuyo, ni suyo. Es nuestro. El futuro es de la pluralidad. El futuro es de los grandes equipos que conjugan todo tipo de profesionales. Un desarrollo paralelo, y no jerárquico del trabajo, consigue un objetivo mejorado. La combinación de nuestros mejores atributos; arquitectos, ingenieros, biólogos, psicólogos, filósofos, artistas...al fin y al cabo, profesionales; eso será la construcción de la nueva ciudad. Una ciudad tan polifacética como polifacéticos sus constructores. Ciudad hecha por los ciudadanos, y para los ciudadanos.
No por arquitectos y para arquitectos. Nosotros recibimos la formación técnica, educamos la sensibilidad. Pero en la nueva ciudad, no podemos estar solos