Para mí la arquitectura siempre ha significado un compromiso social. Hacer la vida de las personas más fácil, emocionar al mismo tiempo que se responde a unas necesidades vitales.

 Partiendo de esto, y creo que en particular, el urbanismo, bebe bastante de ello. Cómo un espacio que inicialmente está vacío, puede convertirse en un lugar social, público, de encuentro, de relación, un lugar para el disfrute, para el descanso, para la salud. Generando espacios que sirvan de respiro en medio de la muchedumbre, de la contaminación que supone, tanto residual como acústica, la vida en una ciudad. Espacios que hagan más fácil el día a día, que aporten calidad de vida y nuevas oportunidades.

Desde hace años, los arquitectos, en su faceta de urbanistas, se han encargado de esto. Y ahora, más que nunca, en los tiempos que nos ha tocado vivir, se hace aún más necesaria su intervención. Intervención en proyectos que vayan por delante en tiempo y espacio, imaginando el futuro, y anticipándose a unas condiciones aun inexistentes.