El papel del arquitecto en la sociedad ha sido de un tipo a esta parte infravalorado, desgastado, transgiversado e incluso durante estos últimos años duramente juzgado. Quizás con razón, por la transformación que el propio arquitecto ha hecho de esta bella profesión. Construyendo proyectos al por mayor, sin mimar cada detalle, cada decisión tomada, dejando a un lado las necesidades de la sociedad, olvidando esa capacidad de emocionar que se enseña en nuestras escuelas. Únicamente en ellas.

Somos formados para entender las necesidades de la sociedad, ser capaz de dar respuesta a ellas, y crear soluciones que al mismo tiempo generen inquietud en su experiencia. Sabemos que todo proyecto requiere también de la ayuda e implicación de profesionales en otras materias, campos y sectores. Pero no por ello es por lo que yo les negaría el papel principal de construcción de la ciudad, si no que más bien lo atribuiría a la sociedad. A la propia persona. Pues indirectamente las decisiones y creaciones del arquitecto van a ser una respuesta a las necesidades de esta.

Como lo ha sido a lo largo de toda la historia, la sociedad ha ido dando forma a las ciudades, que evolucionaban en función de las exigencias de esta. Hoy día, esas necesidades han cambiado, y paralelamente la ciudad. Todos, y cada uno de nosotros, somos realmente quienes la construimos.