“¿Qué ha sido del urbanismo?”, pregunta retórica que, al igual que en Rem Koolhaas, despierta inquietud en otros muchos individuos.

Un desasosiego promovido por el hecho de contemplar cómo las ciudades, en los últimos años, han sido víctimas de la actividad especulativa y corrupta llevada a cabo. Se han valorado cualidades como la rapidez constructiva, la densificación, la máxima explotación posible del suelo, el carácter de “creación en serie”, entre todos, dejando de lado aspectos tan transcendentales como la situación o el emplazamiento, el diálogo entre espacios contiguos, la búsqueda de la funcionalidad, la originalidad, el encuadre en un contexto sociocultural determinado y muchos otros más.

El resultado de todo ello ha sido la mera acumulación de infraestructuras inconexas que han pervertido la imagen y la vida en la ciudad. Por ello, actualmente, es imprescindible la intervención de los arquitectos y los urbanistas en las urbes. Se debe asumir la llegada de una nueva época, en la que las soluciones urbanas anteriores ya no son válidas; hay que dar respuesta a las necesidades de una sociedad cambiante y pluricultural, en la que cada vez hay más diversidad de estructuras familiares, el tiempo de ocio es dedicado a actividades antes desconocidas, etc. Y, además, debemos ser conscientes de la gran cantidad de espacios que ya no son capaces de cumplir la función para la que fueron creados, y de los principales caminos a seguir: la reconstrucción, la restauración, el reciclaje.

Así, es muy importante que el arquitecto sea permeable a lo que sucede diariamente, a los problemas y necesidades de los ciudadanos y que sea capaz de darles respuesta, dejando atrás todos los complejos y miedos para poder avanzar hacia un futuro mejor.

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