Proyecto: Urban Games 2013
Tema: Recursos
Coordinadores:
abarca
dacama
Los contrastes, los anacronismos, son parte inseparable de Cuba. Las sombras y las luces componen esta realidad que ha entrado a tropezones en el siglo XXI. Un poeta definió la insularidad con una frase que se puede confirmar a cada paso: “la maldita circunstancia del agua por todas partes”. Pues así es, mar, mar y mar, hacia cualquier lado que se mire. No solo las aguas azules donde los chiquillos se zambullen, sino también un mar de nostalgias, encierros, sueños, balseros... Un país difícil de descifrar, incluso para quienes han nacido en él.
Aquí todo va más despacio. Como si en cámara lenta se mostrara la vida de once millones de cubanos. El efecto de antigualla se ve reforzado por todas esas casonas a las que no les llegó su momento de perecer ante los rascacielos. Joyas arquitectónicas de columnas resquebrajadas por los años y la falta de recursos. Pisos de mosaicos y arabescos, las lámparas de lágrimas conservadas por la abuela. El esplendor y la necesidad, dándose la mano.
Lejos del casco histórico, con sus hoteles y sus opulentos restaurantes, se extiende la verdadera Habana. A cualquier hora sorprende la cantidad de gente en las calles. Estamos ante una ciudad peatonal, en parte porque durante décadas la compra y venta de autos estuvo prohibida. De manera que el cubano está acostumbrado a caminar largas distancias o a aguardar durante horas el ómnibus. Eso refuerza la impresión de inmovilismo, de estatismo.
(...)
La célula principal de lo cubano radica en las cuarterías, conocidas como solares. Esas antiguas casonas que el tiempo y las estrecheces han ido dividiendo y poblando con múltiples familias. El patio central, el baño colectivo, la azotea donde los adolescentes crían palomas, las toallas de color indescifrable colgando de las tendederas. El dominó, la solidaridad de la gente para solventar las carencias materiales, el juego de dominó y alguna madre que vocifera el nombre de su hijo desde el balcón: “¡Yunisleidy!”.
Una semana no basta, un hotel no basta, una mirada desde la ventanilla del autobus climatizado tampoco. A Cuba hay que vivirla en sus calles para comprender sus contradicciones. Como, por ejemplo, que a pocos metros de la Plaza de la Revolución florezca un enorme mercado ilegal de materiales de construcción; o que muchos de los niños que en la escuela repiten la consigna “pioneros por el comunismo, seremos como el Che”, luego se van al mar para mirar al Norte, hacia esa ansiada orilla.
Porque Cuba es una isla con ansias de continente, ávida de ser más, de ir más rápido, de llegar más lejos. Un país adolescente al que le crecen los brazos y las piernas, pero dentro de una vestimenta muy estrecha. Visitar su realidad no deja a nadie indiferente. Como una postal en sepia, que en lugar de colocarla en algún marco, estamos obligados a meternos en ella, vivirla, sufrirla, amarla.
Fuente de texto completo e imagen: http://elpais.com/elpais/2013/11/14/icon/1384452054_612892.html
Aún no hay comentarios para esta entrada. ¡Sé el primero!
Accede o regístrate para comentar y puntuar la entrada.