Proyecto: Urban Games 2013
Tema: Recursos
Coordinadores:
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dacama
La fábrica de mantas de lana de Can Ribas abrió en 1851, en un territorio rural de los alrededores de Palma, donde por aquel entonces solo había el convento de la Virgen de la Soledad. El recinto industrial, que alcanzaría una extensión de hasta seis mil metros cuadrados distribuidos en varias naves, llegó a tener una plantilla de cuatrocientos trabajadores. La mayor parte vivían en casas precarias que fueron construyéndose en torno a la fábrica y que dieron lugar a una barriada extramuros conocida, como el convento, con el nombre de La Soledat. A principios del siglo XX, con el advenimiento de otras factorías como Can Roca o Maquinària Agrícola Janer, La Soledat se convertiría en uno de los principales sectores industriales de Mallorca, un barrio popular, vivo y bullicioso.
Sin embargo, la crisis que durante la segunda mitad del siglo XX golpeó a la industria textil europea no hizo excepciones con La Soledat. Can Ribas cerró en 1960 y las demás factorías fueron quebrando. El barrio se sumió en un periodo de decadencia económica y marginalidad social que ha durado hasta hoy. La precariedad de las viviendas, la abundancia de callejones sin salida y la ausencia de equipamientos, zonas verdes y comercios empeoraban la situación. Inactivos y cerrados dentro de sus muros perimetrales, los recintos industriales que la habían nutrido eran ahora un gran estorbo para la continuidad de la trama urbana.
Con el cambio de siglo, la Concejalía de Vivienda del Ayuntamiento de Palma promovió un plan especial de reforma interior del barrio de La Soledat. El plan contemplaba ampliar la calle Brotad, límite oriental del recinto de Can Ribas, para construir más de ciento sesenta viviendas en régimen de alquiler social. Había que prolongar la vía hasta la calle Manacor, con el fin de conectar La Soledat con el ensanche que la flanquea por el norte. También había que unir Brotad con la calle Caracas, límite meridional de la fábrica que pondría el barrio en relación con la fachada marítima y el Polígono de Levante. La operación suponía derribar el muro perimetral de la fábrica de Can Ribas, reformar sus naves para convertirlas en equipamientos y transformar sus espacios intersticiales en zonas verdes. En definitiva, debían ponerse en valor los elementos patrimoniales de la industria que originó el barrio para que dejara de ser un tapón y se convirtiera en un centro articulador.
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