Es muy recurrente denominar a cualquier tipo de entorno libre de edificios y con vegetación como espacio urbano. En él, los arquitectos, paisajistas y políticos encuentran la oportunidad de crear proyectos llenos de intereses propios y camuflarlo bajo el nombre zona pública verde. Éstas ideas son las que critica Solá-Morales en su texto, clasificando este tipo de intervenciones según su intencionalidad, ya sea funcional, técnica, política o artística.

En muchas ocasiones, los espacios públicos han perdido su función principal. El descanso que buscan sus visitantes, que acuden a estos lugares para relajarse y cambiar de entorno, se ha quedado en segundo lugar tras saturarlos de actividades recreativas impuestas. Los espacios públicos también han servido como pretexto para embellecer cuidades, ideas impulsadas desde campañas políticas e intereses económicos. 

No debemos olvidar la importancia de estos espacios en el urbanismo y en el crecimiento de la ciudad, ya que, al igual de cualquier otro tipo de intervención, influirá en su funcionamiento. Un buen espacio público es proyectado desde el total conocimiento de la ciudad, lo que permitirá preveer la repercusión del mismo y su desarrollo a lo largo del tiempo, dejando atrás cuestiones meramente personales de sus diseñadores.