Si comparásemos la ciudad con el cuerpo humano, podríamos decir que las calles son el sistema circulatorio, pequeñas y grandes arterias que comunican barrios y hacen posible el movimiento, que da vida a la ciudad y permite su funcionamiento. 

Desde las primeras ciudades construidas, han existido grandes ejes: calles principales que han cobrado importancia como elemento comunicador, capaz de racionalizar el espacio y urbanizar la ciudad en torno a él. Crean una gran influencia en la arquitectura que se proyecta a su alrededor, capaz de soportar los grandes movimientos que a partir de éste se crean. 

Sin embargo con el paso del tiempo estos espacios también ha ido cambiando. Es habitual encontrar en los centros históricos pequeñas calles con difíciles tramas, en las que casi de forma aleatoria, se generan complejos recorridos que dotan de vida y personalidad a las ciudades. No obstante, a día de hoy, esta forma de urbanizar ha cambiado. En gran parte es debido al transporte, que ha creado la necesidad de construir grandes calles capaces de albergar varios carriles de automóviles, hecho que comenzó en las ciudades barrocas, en las que se proyectaba de forma más racional. Los ensanches representan una idea moderna del crecimiento de la ciudad, al conseguir adaptar el medio natural a las necesidades humanas y geometrizar el entorno.

Los ejes, como principales arterias de estos movimientos, son los generadores de éstas formas de urbanizar. En definitiva, podríamos decir que en mayor o menor medida, son los encargados de definir la personalidad de la ciudad, y que por tanto caracterizan el lugar en el que vivimos.

Fotografía: Vista aérea de la plaza Charles de Gaulle en París