Ante una ciudad sobreexplotada, propia del s.XXI, fruto de las actuaciones del hombre, siempre tratando de manifestar su ego, envuelto en una atmosfera especulativa que ha dejado a políticos, promotores, incluso a arquitectos manifestar un crecimiento desmesurado de la ciudad, potenciando por el poder y la ambición, que descontextualiza cualquier intervención llevada a cabo sobre las trazas de la ciudad, sin tener en cuenta el territorio, el lugar o para que o quien se construye.

Entre esta situación, intento situarme desde la sencillez, desde la “no” Arquitectura, mirando  más allá del espacio, hacia las necesidades surgidas en mí, como habitante y viandante de la ciudad, conocedora de sus usos y exigencias, de su circulación, y relación.

Y es que creo que el usuario es el que define la obra, el que la habita, creada por y para él, por lo que yo como habitante podré definir mi ciudad, mi entorno, tratando de buscar la belleza en la funcionalidad fisiológica,  que no solo se preocupe de cobijar al hombre sino que haga la vida en la ciudad digna y propia. Alcanzando conceptos como la sostenibilidad, intentando regenerar zonas en decadencia que de verdad necesiten del Urbanismo y de la Arquitectura, trazando la ciudad que busque la confortabilidad del hombre y de medio.