REQUIEM POR UN SUEÑO URBANO

Ha muerto el urbanismo.  Y lo decimos los arquitectos; resulta paradójico e irónico que nosotros, "sus asesinos" publiquemos a cielo abierto y voz en grito nuestra fechoría.

Y es como habla Koolhaas, en este tiempo de multiplicación...y no especialmente de la abundancia, cuando menos cuidadosos somos con los aspectos mas decisivos. Cada vez somos más, y cada vez hay menos para repartir, y en lugar de cuidar por proyectos que respondan a estos incentivos, abandonamos en favor de las arquitecturas de museo; de increibles volúmenes artificiales y aislados, funcionando como una auténtica escultura urbana en la trama de la ciudad. Piezas que se insertan, sin ninguna relación entre si, que vanaglorian nuestras banales ansias de publicidad y reconocimiento, pero olvidamos el compromiso que tenemos para con la ciudad y sus habitantes.

Como recogiamos en otro texto, para el arquitecto es más sencillo depositar su pieza que plantear todo el lugar de exposición, de manera que los encargos (los pocos que hay ahora pero los muchos que se hicieron en su momento) dejaron de lado todo este cuidado y nos encontramos con querer sostener estatuas de adonis en bronce sobre pedestales de palillos chinos.

El urbanismo no ha muerto...agoniza. A veces, las que menos, encontramos intervenciones que le insuflan vida, pero obviamente, mucho menos conocidas que los nuevos rascacielos de Hadid, Meier o Foster, que no daran lugar a otra cosa que a lo que es verdaderamente necesario.