Sin duda cada vez con más motivo y por pura lógica, la ciudad necesita para crecer o renovarse la mano del arquitecto y el urbanista.

A menudo vemos sobre todo en zonas rurales, el daño visual que causan muchas de las pequeñas construcciones agrícolas que acaban siendo cortijos, en un área de menos de mil metros cuadrados podemos ver lo antiestético y descontrolado que resulta la libre elección de colores, materiales y formas de personas que no están cualificadas para tal función.

Por otro lado, está el tema estructural, difícilmente una construcción realizada por una persona que no sea arquitecto puede cumplir cualquier normativa estructural.

Pero en el caso del urbanismo, quizá no sea tan palpable la intervención o no de un arquitecto en la ciudad, exceptuando los cascos históricos.

Pero al igual que en arquitectura hablamos de estética y normativa estructural en urbanismo tratamos el bienestar de los ciudadanos, el máximo uso de cualquier  recurso que la ciudad pueda ofrecer a sus habitantes y sobre todo, conexiones fáciles y rápidas. Si el urbanista no interviniera en la ciudad, rara vez encontraríamos espacios que fueran totalmente desinteresados para el especulador y que favorecieran al ciudadano. 

En el círculo de la construcción de la ciudad, el urbanista es el personaje que más se preocupa por los individuos que la forman, se siente parte de la ciudad, no de un edificio o urbanización aislada. 

Por lo tanto, considero que tanto arquitecto como urbanista son esenciales en la ciudad, siempre que se complementen.