Llevar a la arquitectura a gran escala puede ser mas complejo de lo que en algún momento pueda parecer. Crear un espacio, donde cada generación y cada cultura se sienta cómoda, le facilite las cosas y además estéticamente unifique el entorno.

Digamos que debemos crear un espacio que rompa con lo establecido, pero a la vez converja y coexista con las formas, gama cromática y otros elementos de la ciudad. Llamamos a esta propiedad , “funcionar” dentro de la ciudad. Ahí  radica la dificultad de un proyecto urbanístico a gran escala. Como ejemplo bastante flagrante, podemos advertir en los últimos días como proyectos de urbanismo civil en algunas ciudades han sido rechazadas por los propios ciudadanos. Por algún motivo, estas nuevas intervenciones no responden a lo que la gente pide o simplemente, no funcionan.

No podemos obviar que la ciudad es un organismo vivo y que modificar un solo elemento de la misma puede modificar la percepción que se tiene de ella. Cada elemento de la ciudad funciona como un órgano y cada vez que se produce una alteración, se debe hacer teniendo en cuenta las consecuencias de dichos cambios.

La figura del arquitecto en la intervención sobre la ciudad no se trata solo de mejorar una infraestructura o paliar efectos negativos en la misma. La figura del arquitecto va mucho más allá, se convierte en un elemento de nexo entre lo que la ciudad tiene y lo que necesita.

El arquitecto ejerce de cirujano ya que su labor consiste en extirpar una parte de la ciudad que ya no ejerce su función como tal o al menos no de la misma forma, ya se por el paso del tiempo o por otras vicisitudes; por otra que este adaptada a las necesidades que los ciudadanos requieran, ya que son ellos los que la van a vivir, los que van a darle vida o no y los que van a aceptar o no el nuevo órgano que insertamos en este organismo.