Como dice el refrán popular “no ha dejado títere con cabeza” aunque de una forma inteligente y dando motivos. Coincido en muchísimos puntos con él. El urbanismo es la piel de la ciudad, es cierto que luego entramos en emociones y en un caminar. Pero aun pareciendo superficiales, si la ciudad “no entra por los ojos” difícilmente se va a dejar a un lado la subjetividad para poder analizar. Podremos confirmar y ver que efectivamente está muy bien resuelta. Pero que no emociona “físicamente”. Manuel busca ese equilibrio y no da los cánones pero sí que hace unas reflexiones muy interesantes “Y sin voluntad no hay deseo, y sin deseo no hay calidad”. Es una frase corte e intensa que nos revela una verdadera pasión por su trabajo, cosa que veo fundamental para que funcione. Que la gente ame lo que hace.

    Critica de manera prudencial pero bajo mi punto de vista acertada, la idea de la creación de arquitectura monumental sin un fin especifico, de esta forma el trabajo de esa colegiación que va desde el político hasta el pueblo para crear ciudad, se rompe con un arquitecto que sencillamente quiere aprovechar la coyuntura y hacer su marca, sin importarle el entorno.

    Es apasionante como da la visión de la nueva ciudad, es así, probablemente las ciudades sean feas, pero son útiles y multiculturales, lo que debemos de hacer es embellecer esas partes feas y de nuevo mirar los valores del pasado para ponerlos en la práctica. La ciudad, esa máquina gigante de trasiego de gente es una forma muy interesante de entender la arquitectura como un asentamiento de personas sobre un lugar y no el asentamiento de una edificación sobre un solar.