Proyecto: Urban Games 2014
Tema: Diálogos
Coordinadores:
abarca
dacama
A Manuel De Solá-Morales le interesa la piel de las ciudades. Esto es una manera clara y rotunda de expresar cómo se concibe la ciudad.
La piel viene del carácter material que se le otorga a la ciudad; lo tangible, lo que sentimos. Y quizá sea ésta la manera más clara de entender una ciudad.
Sólo podemos conocer una ciudad si la caminamos, si la recorremos, si la tocamos. Cuando queremos conocer una ciudad nueva lo primero que hacemos es recorrerla, no basta con estudiarla, sino que hay que andar, caminar, pasear y esconderse por cada uno de sus rincones. Sólo así, tocándola con los pies, adentrándonos en ella, seremos capaces de entenderla.
Más aún, las ciudades son básicamente eso, los pequeños detalles a la hora de recorrerla. Por eso, a la hora de configurar un nuevo espacio en la ciudad, debemos imaginarnos cómo se caminaría a través de él, basándonos en la percepción de la persona que andaría por ahí. Y, esto, es la piel de la ciudad.
Basándose en éstas ideas, De Solá-Morales pone de ejemplo las esquinas como ese lugar al que llegamos y no paran de suceder cosas. La esquina entendida cómo un punto estratégico en el que hay un intercambio de personas, de acciones, de movimientos… Y no solamente como un cruce de caminos o ejes (que también podría serlo).
Es ahí cuando pone el ejemplo de una gasolinera, a la que él considera como esquina ya que aparece en un lugar de intersección. Ahí, se reúne gente de todas las edades, se venden y compran cosas… a la vez que es un lugar de paso, como suele ser una gasolinera.
Entonces, ¿podemos hacer de ciertos lugares espacios públicos de calidad aunque en un primer momento no estén destinados a ello? Rotundamente sí, y quizá por eso sean los más interesantes, pues es ahí donde van a suceder el máximo número de cosas, y de historias, de intercambios… Éstas son, pues, las esquinas actuales a las que hace referencia el arquitecto.
Por otro lado, Manuel De Solá-Morales habla de la esencia del urbanismo que debe ser el sentido de pertenencia a un lugar. Sólo se hará buena arquitectura (que es lo mismo, en realidad, que urbanismo) cuando la persona sienta que es suyo, que lo viva. Y sea ahí, donde quiera compartir con el resto de ciudadanos; el sentido de colectividad llevado al máximo exponente. Porque una ciudad, en realidad nos “pertenece” a todos los que habitamos en ella; no solamente va a ser algo que tenemos todos en común, sino que, además, cada uno, la sentirá como suya propia ya que verá en ella cosas que otros no ve. Esto, sin ir más lejos, es lo que sucede en ciudades como Granada...
Aquella ciudad en la que sucede esto, en la que el ciudadano la viva como suya propia, será una ciudad que emocione. Y, hablando en términos de emoción, De Solá-Morales añade algo más; “la emoción de la diversidad es lo que más nos puede dar nuestra sociedad hoy, más que el orden”.
Una ciudad que emociona es una ciudad en la que ocurren cosas, en constante cambio, llena de energía. Una ciudad que tiene sorpresas preparadas para cada uno de sus habitantes, en cada una de sus “esquinas”.
“Sin voluntad, no hay deseo; y sin deseo no hay voluntad”
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