Tomás Moro hace una crítica a la sociedad actual y se imagina dos mundos muy irreales: La isla de los utopianos, en un principio, que nos la plantea como una isla que se separa mediante el agua de un mundo imperfecto. Una isla donde no hay distinciones entre unas personas y otras y donde todo está perfectamente controlado, donde los ciudadanos casi que no tienen libertad (aunque tampoco parecen quererla). Y Amaurota, por su parte, que es más de lo mismo; una ciudad en un enclave perfecto bañada por ríos donde las casas son mínimo de tres pisos y donde se vive en perfecta comunidad abasteciéndose de hortalizas y de viñas. En teoría resultan ciudades muy bonitas pero cuya puesta en práctica, bajo mi punto de vista, creo que sería poco efectiva pues el ser humano ni es un robot tan fácilmente programable ni tampoco se caracteriza por ese altruismo y esa filantropía que permite esa sociedad de iguales.