El arquitecto debe guiar a la ciudad en su crecimiento, ayudándola a desarrollarse pero sin imponerle un camino y unos límites a seguir. Debe ayudarla a cambiar para que sea flexible y abarque todas las necesidades y funciones de una manera que todos los que la habitan puedan sentirse en casa también al salir a la calle ya que si todas las personas junto con la arquitectura forman la ciudad, la ciudad también debe ser parte de su casa.
Deben ayudar a construir una ciudad más humana, que facilite la vida de estas personas adaptándose a las culturas y a la sociedad. Lo primero son las personas y lo segundo es la belleza. Toda obra que se realice debe de tener en cuenta su entorno, pues la ciudad es el conjunto de todo y todo debería tener una armonía y una relación.

Lo más importante es que el arquitecto no debe de ser el único que “diseñe” la ciudad, sino que con sus obras, estudios, análisis y transformaciones debe de ser capaz de que la ciudad, permita a las personas que la habitan la capacidad de ayudarla a crecer y a mejorar para así no solo seguir el criterio de una persona, sino seguir el de la mayoría de la gente que la habita.

¿Qué mejor para las personas que una ciudad que se va creando y modificando al gusto y necesidad de esas propias personas que la habitan?

En este curso de Urbanismo hemos empezado a concienciarnos de que la arquitectura no es solo un edificio que construimos y el cómo afecta a su alrededor más inmediato. Hemos visto como ese alrededor tiene otro y el nuevo entorno a su vez otro y así sucesivamente conformando lo que es la ciudad. También, como un edificio puede influir en toda una ciudad, el cómo las avenidas y las calles la configuran y sirven para crear mejores espacios y el cómo por una determinada forma o lugar estos espacios invitan a ser usados o no.