El tema principal del que habla Manuel de Solá-Morales es el de la relación del espacio público con su entorno urbanizado, lo cual nos lleva a una posible confusión que sería pensar que el resto de la urbanidad no es pública, como si las plazas y parques se tratasen de  espacios de todos en mitad de espacios privados.

En la mayoría de los casos los proyectistas aíslan su trabajo para darle el máximo protagonismo, sin atender a los alrededores ni a las necesidades de la ciudad. Es por ello por lo que en el momento en el que se encuentran con un solar vacío lo rematan con lo que ellos llaman espacio público. Suele tomarse el camino más fácil a la hora de proyectar dichos espacios, los cuales son como paisajes estilizados y solucionados que en realidad se tratan de un mero relleno que no conforma un sistema común del espacio urbano, sino una obra cerrada que no representa la movilidad ni la convivencia.

Hay que saber que no todo espacio, por el hecho de haberse arreglado correctamente, conlleva urbanidad, así como distinguir que las rotondas no son espacios urbanos y el Metro, sin embargo, si lo es.

El texto nos hace reflexionar sobre que quizás hay que buscar una idea en la ausencia de imágenes simbólicas y centrarse en la ciudadanía. Indistintamente de la forma que se consigan los espacios públicos, lo primordial es mejorar la calidad de dichos espacios atendiendo a la ciudad.