Algo que cada vez es más esencial para el funcionamiento de la ciudad es, sin duda, el espacio público. Desgraciadamente en los últimos años se ha tendido a “rellenar” espacios no urbanizados con fórmulas que si bien pretendían convertirse en lugares de ocio y descongestión de la trama urbana, han acabado siendo una repetición de una solución en muy pocos casos acertada y que escasamente miraba por las necesidades de los ciudadanos ni sabía leer la topografía y el contexto en el que se implantaba. El autor del texto hace referencia en este punto a los espacios públicos de la gracia clásica, de ese sentido común que les llevó a edificar el Partenón en su lugar preciso y su orientación exacta, o a buscar la ladera con las mejores condiciones para hacer un teatro. Para Manuel de Solà-Morales está claro: en nuestras ciudades existen espacios que, a pesar de estar construidos, no son espacios urbanos como tales. Durante el desarrollo del texto, podemos observar cómo el autor nos quiere transmitir las nuevas tendencias urbanísticas en los espacios públicos y toma como ejemplo nuestro continente europeo, donde la tendencia actual es marcada por la Unión Europea; se tiende a un espacio común en la idea de espacio público como lugar material y en donde las ciudades no serán espacios cerrados sino abiertos sin perímetros e integradas en el marco europeo.

Por último hace una diferenciación entre espacios para el público y espacios públicos, volviendo a la idea de que un lugar de esparcimiento debe ser propuesto atendiendo al público que lo va a utilizar, independientemente de la forma obtenida, y alejándose si así es necesario, de los clichés que pueden ser aceptados en cierto momento por la sociedad.