Estamos acostumbrados a trabajar con proyectos a nivel individual, el edificio. Mantenemos unas relaciones a pequeña escala entre éste y su entorno, pero muy pocas veces nos percatamos que un edificio también forma parte de la ciudad y entra en nuestro proyecto.
Este curso no solo he aprendido ciertas cosas trabajando con Melbourne, sino también con el resto de trabajos de los compañeros. Ha habido ciudades de casi todos los continentes existentes y se notan las principales diferencias entre cada una de ellas, pero a lo que a mí respecta, la conclusión más importante que saco es que hay que proyectar para las personas de la ciudad, para que hagan vida en ellas.
Es muy fácil decirlo con palabras, pero nos hemos topado con reflexiones y problemáticas de gran magnitud; ¿Como trazamos una ciudad?, ¿A qué le damos importancia?...
Los rasgos culturales de cada pueblo son muy importantes, concretando algunos ejemplos me doy cuenta de que en Australia se guardan aún costumbres sociales y arquitectónicas de su madre Gran Bretaña, los japoneses tienen esos aspectos de desarrollo tecnológico a la última, y ese gran rasgo místico que se les reconoce...
A día de hoy sigue siendo una tarea difícil, pero adaptando un especial cariño y antes de ponernos en la piel de un arquitecto y dibujar un plano, quiero ponerme en la piel del ciudadano, quiero recordar aquellos niños que juegan en la calle, la gente que tiene un punto de encuentro en la ciudad para pasar una tarde juntos, esos espacios que no tienen definición porque las numerosas actividades posibles y relaciones con los demás lugares son infinitos, en definitiva, como haríamos nosotros nuestra vida.