El "Espacio Público" está perdiendo su significado. Este término ocomenzó a degenerarse durante el boom de la construcción en nuestro país, considerándose cualquier cosa como tal. Durante la burbuja, lo único que importaba era densificar las parcelas al máximo, teniendo un peso nulo en el proyecto los espacios comunes y los espacios que habrían el edificio al exterior.

Por suerte, según Solá, esta concepción ha ido cambiando, y según mi percepción, esto ha sido posible conforme la figura del arquitecto se ha visto en la cuerda floja de la crisis. Es triste que la preocupación por realizar un proyecto de calidad se vea condicionado por el tema económico. Los tiempos han cambiado, y actualmente se buscan proyectos competentes, que tengan en cuenta la relación con el entorno urbano, y en los que el espacio público es el gran protagonista.

Solá vuelve a hablar de las obras que son planteadas para el lucimiento personal del arquitecto y el auge de su propio ego, tomando la ciudad como una hoja en blanco en la que hacer y deshacer a su antojo. La arquitectura debe ser algo reposado, pausado y meditado. Los grandes estudios que producen edificios en serie, obvian partes importantes del proceso, sobre todos los relacionado con la implantación y la relación urbana. No todos son así, pero en la gran mayoría ocurre o bien que se deshecha el estudio previo o se tiene una serie de "esclavos" que hacen esa parte del trabajo, volviendo al ídolo, al arquitecto estrella que se luce en la intervención.

Afortunadamente, es la pequeña arquitectura la que esta cambiando la dermis europea, y poco a poco, limpia la cara del viejo continente, modernizándolo y haciendo que el ciudadano se sienta mejor en el ya si bien entendido espacio público.