La pregunta que se aborda y se intenta clarificar es: ¿Qué es el espacio público?.

Tras años de especulaciones urbanas, de un recorrido histórico al servicio de poderosos más que de ciudadanos, y de intereses económicos, podría parecer que el espacio público es todo el espacio no-privado y no-construido de nuestras ciudades, pero ahí está el error.

El término de espacio público, al no ser algo tan tangible como un muro de ladrillo de X dimensiones, y al tener una regulación legal menos encorsetada que una edificación, ha sido a menudo utilizado para experimentar con propuestas que: a veces solo buscaban satisfacer los subjetivos gustos de arquitectos aislados y otras veces han sido aprovechados para experimentar con soluciones acertadas.

Tras investigar la figura de Solà-Morales, encontramos que fue Presidente del comité  al premio europeo del espacio público urbano en 2008, a través del CCCB (centro de cultura contemporánea de Barcelona), si el texto está escrito en 2010, podríamos intuir que durante años Solà-Morales estuvo trabajando sobre el concepto del que hablamos, y buscando los requisitos y cualidades que debe cumplir un espacio de este tipo, antes de ser elegido presidente de un comité que los premiaba.

Su intento por ver más allá de los proyectos que debía premiar, le lleva a enseñarnos valiosas lecciones sobre ellos, aunque deberíamos decir “él”, pues el buen espacio público se interconecta, haciéndose uno solo, haciendo un sistema que inunda la ciudad y mejora la vida urbana de esta en su conjunto.

En conclusión yo pienso que un buen espacio público debe RELACIONAR, debe poseer cualidades concretas más que solares concretos, alejarnos del término “público” como condición primordial de ese espacio, e intentar ver los “privados” del mismo modo, romper barreras y límites semánticos que nos hacen sentir la ciudad en círculos cerrados y aislados, y vivir las ciudades en RELACIÓN.

Volver a dejarnos llevar por ese sentimiento de la calle que se vive y no solo se recorre con prisas del trabajo a casa y viceversa. Para sentir la calle como nuestra necesitamos olvidar los límites, y no ver la puerta de casa como la entrada a un refugio sino como un espacio diferente a la plaza, y que entre ambos se desarrolle nuestra vida.

Lo que importa de una plaza no es su originalidad geométrica como algunos parecen creer, sino como acoge al ciudadano y qué permite que pase en ella, olvidemos esos renders de grandes estudios donde por ordenador se meten miles de siluetas de niños felices entre planos inclinados y esferas perfectas, cuando la realidad es mucho más sencilla y menos artificiosa.

Por suerte vivimos en una zona geográfica donde el clima siempre nos ha permitido eso, vivir la calle, asique ahora queda trabajar para fomentar las cualidades que siempre se han disfrutado en las calles y plazas, por dejar de ver las aceras como pasillos encorsetados entre vías rápidas que dan acceso a puntos de consumismo. Teniendo claras las cualidades que hacen de la plaza el salón del pueblo, solo queda trabajar para devolvérselas.

Como dice el autor: "Todos los lugares de la ciudad (…) son en parte espacios públicos ya que comparten el modo como son apropiados por los ciudadanos  (…) son sentidos por los vecinos, y en tanto que afectados por sus características funcionales y estéticas son objeto de reivindicación y de opinión ciudadana."

Fuente de a imagen: www.lafoundation.org . Landscape Architecture Foundation (LAF)