Se tiene la concepción de que los lugares planificados son correctos, mientras que los espontáneos son incómodos y “poco bellos”.

Sea cual sea su escala, cualquier asentamiento humano está planificado de algún modo; la verdadera cuestión es en qué medida hemos de planificar estas intervenciones.

El ambiente influye de forma social, biológica y psicológica dentro de los ciudadanos. El lugar en el que vivimos no es simplemente una disposición en la que se introducen los edificios de forma mecánica, sino que cada modificación que se realiza tiene amplias repercusiones.

Por ello, a la hora de diseñar una ciudad, hemos de tener en cuenta la variedad de clientes, la proporción, la densidad, el tiempo…

Por otro lado, los objetivos del plan tienen que adaptarse a las limitaciones del terreno.

Hasta el plan más radical mantiene relación con el lugar existente anteriormente. Hagamos de esta imposición una ventaja en vez de un inconveniente: debemos aprovechar el terreno en vez de competir con el mismo.

Imagen de portada extraída de www.euskopedia.org