El urbanista ha desaparecido en el momento en que más se necesitaba, se ha sustituido por el arquitecto, pero un arquitecto que solo se limita a proyectar edificios sin tener en cuenta los demás elementos que nos rodean y que componen la ciudad, creando simples objetos que no importan en que emplazamiento estén ubicados, vivimos anclados en un movimiento moderno perpetuo.
La sociedad cambia y este inmovilismo nos está pasando factura ahora. Pretendemos solucionar el problema incorporando pequeños parches ya usados que lo único que hacen es anestesiarnos momentáneamente. La solución no es esta, necesitamos un cambio radical, aceptar los errores del pasado y no volver a repetirlos, experimentar soluciones nuevas arriesgándonos a equivocarnos de nuevo pero con propuestas innovadoras. Hacer un urbanismo sin límites rígidos, todo lo contrario, permitir a la ciudad que se expanda sin fronteras. Y sobre todo convertirlo en un nuevo campo para la imaginación, sin condicionantes.
Un gran condicionante de nuestros días es el centro histórico de la ciudad, un intocable en el cuál si hay algún cambio debe de ser mínimo, este espacio debe permanecer atemporal. ¿Y por qué? Todos tienen miedo de intervenir en lugares históricos pensando que podrán estropear algo que ha permanecido durante tanto tiempo. Pero una ciudad se crea con la superposición de distintos tiempos que conviven en armonía y se respetan mutuamente. Deberíamos de proyectar sin miedo y con atención cualquier parte de la ciudad.