Una ciudad no solo son sus calles, es todo aquello que tiene urbanidad, es decir, elementos que configuran el carácter de la ciudad  y este carácter se ve reflejado en su piel que es lo que tocamos, vemos y en definitiva lo que vivimos personalmente. Que se intervenga bien o mal en esta piel determinará que el proyecto se asocie a la ciudad o quede como un elemento ajeno a su entorno, como un objeto aislado. Esto ha ocurrido con frecuencia en edificios diseñados por arquitectos que veían una ciudad caótica y la negaban, diseñando sin mirar al entorno. Bajo mi punto de vista debemos de diseñar teniendo siempre presente el carácter de la ciudad y optando por hacerlo patente en nuestras obras, así con el tiempo, obtendremos una ciudad sin tanto caos, más orden y más carácter de urbanidad.

Manuel de Solà-Morales en una frase dice que hemos cambiado la estética tradicional de las ciudades por la diversidad, por la vida y esto hace que la ciudad sea cada vez más rica y diversa. Coincido en su manera de pensar, no solo tenemos diferentes tipologías de espacios urbanos que antes si no que el avance en los medios de transporte ha hecho que la diversidad de personas aumente, conviviendo en una ciudad diferentes culturas que aportan maneras de vivir la ciudad diferentes. Pero normalmente estas culturas se concentran en determinados barrios: el barrio judío, el barrio musulmán, etc. Pienso que esto interfiere en el carácter de la ciudad que hablábamos anteriormente, creando diferentes identidades propias dependiendo de la zona en la que te sitúes dentro de la ciudad. Sería más productivo para todos que esta diversidad cultural estuviera homogéneamente repartida por la ciudad, sin distinción de barrios, esta riqueza cultural sería global y no localizada en zonas concretas.