El texto nos plantea el sentido del “espacio público”, ya que a menudo se emplea olvidando una de las características principales que debe tener, urbanidad. Cada vez más, las actuaciones realizadas en tal sentido obligan a reproponer una estricta noción del espacio público como condición material del espacio político.

Algunas actuaciones solo reforman espacios existentes, otras afrontan nuevos ámbitos del crecimiento urbano y otros lo entienden como un área vacía en la ciudad e inventan nuevos artificios, instalaciones de una nueva simbología urbana.

Si aceptáramos la hipótesis de que es la condición colectiva la que define urbanidad, tendremos que pensar que todos los lugares de la ciudad son es parte espacios públicos. Cabría preguntarnos pues, ¿qué es un espacio público? La cantidad de actuaciones realizadas, con sus distintas variedades y circunstancias, pueden desvirtuar la original naturaleza del espacio público como espacio colectivo por excelencia.

No se puede entender como una página en blanco para lucimiento personal del proyectista ni se debe trabajar sobre un perímetro cerrado, sino todo lo contrario, como conjunto urbano.

El buen espacio público, por tanto, no tendrá límites, o son indefinidos, múltiples u oscilantes y será básica la experiencia personal, el recorrido, el confort…el usurario deberá sentirlos.

Será necesaria la conformación de un espacio público para ser habitado, promotor de encuentro, del fortalecimiento de las redes sociales y de la producción de actividades colectivas.

Es necesario erradicar, ante todo, el prejuicio de un espacio público vacío, indiferente y sin programa, concebido solo como vía circulatoria o espacio verde.

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