Quizás este artículo sea el que menos me ha gustado hasta la fecha, y no porque no sea el tema o los temas interesantes, sino porque mis opiniones son totalmente opuestas a lo que ahí se expresa. 

Aún así, estoy de acuerdo que sin deseo no hay calidad, tanto en el urbanismo como en las obras singulares de arquitectura. Esto lo vemos constantemente en todos los estudios de arquitectura que se reparten por el mundo: buscan una arquitectura de subsistencia, donde la idea no cuenta y se hace bajo patrones pobre prefijados para salir del paso; mientras que existen obras que buscan destacar e integrarse, que se hable de ellas, que se asocien al nombre de su creador.

Tenemos, en los tiempos que corren, la idea de que debemos de luchar con nosotros y con el mundo para darnos a conocer y que se hable de un edificio en concreto que ha masacrado un urbanismo entero. Es curioso como hay arquitectos que sus obras pequeñas ni las nombran, a los cuales la vivienda les da pavor y la toman como un pecado, una consecuencia colateral que mancha su nombre desprendida de la fama que le aguarda. ¿No es bello darle a la gente un hogar especial? ¿Por qué hemos de relegar a la población a viviendas poco dignas con distribuciones pobres, cuando podemos llamar los mismos espacios a ser expléndidos y ricos?

Y de todo esto lo peor es que lo que se ha perdido ahí no es la calidad del arquitecto, porque es capaz de hacer cosas maravillosas, sino las ganas, la ilusión de aquellos días en los que empezó la carrera. Eso es lo verdaderamente triste.