Es cierto que las condiciones políticas y económicas a lo largo del tiempo, junto con la geografía y las culturas han dado lugar al desarrollo de distintas tipologías de ciudades. En las ciudades clásicas predominaba como espacio vital y humano el ágora. Esas ciudades no podían concebirse sin este espacio únicamente pensado para el esparcimiento social, pero conforme ha pasado el tiempo han ido desapareciendo estos espacios y se han ido creando otros más ajenos a las personas. La cosa es que los espacios y los conceptos cambian pero las personas siempre tenemos las mismas necesidades y si quitamos espacios vitales nos sentimos vacíos en las ciudades actuales.

A lo largo de la historia, la variedad cultural ha dado lugar a distintas interpretaciones con respecto al concepto de ciudad: en la sociedad islámica la casa, el mundo privado hace  la ciudad mientras que en la sociedad occidental primero se trazaba la calle y la fachada se pensaba a partir de ella. Es bueno que haya variedad de reinterpretaciones con respecto a la ciudad porque las culturas son heterogéneas pero sí es cierto que las personas se sienten a gusto en espacios que se relacionan con ellas, en espacios con espíritu. Así una ciudad islámica bien hecha para el hombre transmitirá ese espíritu a través de los patios de sus casas y una aglomeración urbana occidental presentará una espiritualidad en sus calles que se transmitirá a las casas y con ello a la vida. ¿Y si reinterpretásemos esas ciudades tan frías e intentásemos volver a establecer a un ágora en ellas? ¿Y si cambiáramos la ubicación de los espacios y elementos que no hacen más que romper nuestra humanidad? Nunca es tarde para cambiar nuestra vida y nuestras ciudades a mejor. 

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