El primer contacto que nuestro grupo tuvo con el equipo directivo de este centro fue acertado, es decir, el jefe de estudios con el que hablamos el primer día estuvo de acuerdo con la realización del ejercicio y a su parecer, el director no tendría ningún problema. Unos días más tarde, volvimos a ir al colegio para hablar con el director y entregar los diferentes documentos que en clase nos proporcionaron, además de nuestro plano de los indicadores. Se le explicó con detalle en qué se iba a basar el ejercicio y como lo deberían desarrollar los niños, el tiempo que se tardaría y sobretodo recalcamos que sería anónimo para que no hubiera ningún tipo de confusión. A Eduardo, el director, le pareció una fantástica idea y propuso llevarla a cabo lo antes posible cuando se pusiera en contacto con el tutor de la clase.

Días más tarde, viendo por nuestra parte que no nos avisaban, llamamos por teléfono para preguntar si seguía en pie la actividad y la respuesta fue que no habían podido darle la información al tutor por diferentes reuniones y actividades que se estaban realizando en el colegio por entonces. Esto ocurrió un jueves.

El lunes de la siguiente semana, volvimos a ir al colegio ya que percibimos que lo estaban dejando de lado. Una vez más, el director nos dio su aprobación pero en este caso, el tutor de la clase se negó ya que lo consideraba una “pérdida de tiempo”. Eduardo nos dijo que llevaba un par de días intentando convencer a los coordinadores de los ciclos por si había opción a realizar la actividad con otro grupo de niños, pero sin éxito. 

A nuestro parecer, creemos que no se han tomado en serio la actividad y no han reflexionado en lo productiva que podría ser. Los tutores, según percibimos, podrían no han haber querido participar al no verle o no querer verle futuro a la actividad y nisiquiera plantearselo. Le dimos diferentes opciones, como un horario flexible, la participación de los padres… pero, como dicho anteriormente, sin éxito.