Durante un período de tiempo el concepto de urbanizar se estaba entiendo como la demostración de poder de las distintas civilizaciones y culturas que conforman el mundo. Un apogeo de la urbanización y también de la construcción que venía acompañado de un crecimiento masivo de la población sobre todo en torno a las grandes ciudades, una superpoblación que iba conquistando el mundo.

Crecimientos que no han sido capaz de llevarse a cabo de buena manera, desde ningún punto de vista, ni social, ni político, ni siquiera arquitectónico.

Lo que ha producido un crecimiento caracterizado más por la cantidad que la calidad, convirtiendo así las ciudades en un elemento de fábrica que se produce en masa, compartiendo así la misma identidad de la sociedad existente en torno al consumo, perdiendo así el espíritu  de las ciudades y entendiendo la ciudad como un elemento únicamente de acogida rápida de la sociedad.

Intentando conseguir una utopía que nunca llegará, buscando siempre la construcción de las cosas de la manera más sencilla que existe cuando no puede ser así siendo la ciudad uno de los elementos más complejos e influyentes del mundo actual. Un elemento de nuestra cotidianidad, de cada una de las personas que la conforma la sociedad, sin distinguir en riquezas, nivel académico...

La concepción de una nueva ciudad viene dada también por el cambio de pensamiento sobre la sociedad y la ciudad, siendo una la complementaria de la otra y recíprocamente, al igual que la arquitectura con el urbanismo. Cada vez más, es más difícil separar la arquitectura del urbanismo, de crear arquitecturas sin tener en cuenta el urbanismo y viceversa. Y ambas se tienen que presentar en el mundo de manera simultánea y de forma coherente con el lugar.

Creando ciudades distintas entorno a terrenos distintos, sistemas distintos, recursos y sociedades distintas, por cada ciudad es distinta y distinta debe de ser. 

Fuente de la imagen: www.oma.eu, Quartier Joliot Curie Masterplan