El arquitecto ha de ser aquel que es capaz de mejorar, en cuanto sea posible, la vida del ciudadano, no tanto a nivel interior de un edificio, si no a la escala de la ciudad.

Las acciones del arquitecto han de estar firmemente apoyadas en las características de la sociedad en la cual se implanta, puesto que lo que puede ser proyectado como una gran solución puede parar a ser el problema de una población, y puesto que son acciones con una gran perdurabilidad en el tiempo, han de estar preparadas para las generaciones venideras. Si el proyecto es bueno, nunca quedará obsoleto o en desuso.