Desde los primeros asentamientos romanos, ya veíamos sus trazados entorno al cardo y al decumano como ejes que atravesaban las ciudades de Norte-Sur, Este-Oeste y que servían para organizar el resto del asentamiento. Ya en la modernidad, los ejes se ven representados por grandes avenidas que unen hitos en una ciudad como por ejemplo París, pero en la actualidad esos ejes se han convertido en lugares donde solo se piensa en ser transitado por vehículos.
Pensando en un futuro, debemos entender los ejes como signos de comunicación humana dentro de la ciudad, pero a una escala adecuada.
Del estudio que hemos realizado en Londres he aprendido que los ejes pueden estas representados en diferentes formas como por ejemplo la alturas de los edificios o las formaciones de patios interiores dentro de una manzana o por ejemplo, en un callejón que forma una visual con un edificio que asoma tres manzanas por detrás, y que gracias a esa morfología de encuentros entre calles y edificios, se generan una tensiones que un urbanista debería de asimilar para poder aportar su granito de arena en la evolución de la ciudad.
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