De este texto saco una reflexión sobre el valor de los ejes en la ciudad. Tal y como dice, una ciudad ha de tener ejes, ya que le dan carácter y la ordenan, conduciendo el movimiento.

Es cierto que, por ejemplo el ensanche de París en el S. XIX tenía objetivos como dotar las calles de salubridad, hacerlas más seguras… Pero también hay que pensar en las numerosas expropiaciones llevadas a cabo a gente humilde para que los de mayor poder económico se estableciesen en el centro de la ciudad, además de la destrucción masiva de edificaciones que se llevó a cabo.

En mi opinión, los ejes nos son favorables ya que dotan de mayor salubridad, seguridad, etc. Todo ello siempre y cuando hablemos de unos ejes medidos y controlados ya que, me vienen a la mente grandes avenidas de ciudades norteamericanas en las que el eje obtiene tal importancia en la ciudad y adquiere un tamaño tal que crea mucha distancia entre las personas obteniendo  lugares fríos casi deshumanizados, dando paso e imponiendo el vehículo ante el habitante a pie.

Desde mi punto de vista, es importante también que los ejes estén bien conectados dentro de la ciudad proponiendo caminos alternativos para el peatón para no caer así en la monotonía de las grandes y lineales avenidas. Ya que, aunque uno de los objetivos de estos inmensos ejes es establecer los centros de la ciudad, si observamos seremos conscientes de que, verdaderamente, los más recientes centros urbanos son aquellos dotados de recorridos internos que encuentran su forma con el paso de los usuarios que los recorren a pie, posibilitando así múltiples y diversas relaciones internas.

Esta última reflexión me lleva a pensar en Granada, cuyo verdadero centro no es tanto La Gran Vía (aunque sí que forma parte de él y lo hace reconocible) sino más bien el entramado de calles, hitos y plazas que se generan en sus alrededores, aquellos espacios donde el habitante se encuentra acogido por la ciudad, es invitado a establecer diversidad de relaciones y no se siente invadido por el tráfico rodado.