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Me interesa la piel de las ciudades es el título de una entrevista que se le hace a Solá Morales y que aparte de tratar temas de sus teorías urbanas habla desde su experiencia en proyectos concretos y aspectos más personales.

Uno de los aspectos que más sobresalen en la entrevista es la decadencia del urbanismo y la arquitectura en las ciudades de hoy, una visión pesimista que se extiende en el oficio y que se traduce en una desgana por mejorar la situación o un imposible de lograr mediante la mayoría de los proyectos de la ciudad que son arquitectónicos.

Toda la degeneración provocada por la crisis del ladrillo y la económica si cabe, tiene que servir para definir una ciudad lejana a actitudes políticas o modas concretas, tiene que tener un carácter ciudadano más directo y en contacto con la diversidad de pensamiento presente en la sociedad, que se conviertan en amalgamas de sensaciones y estímulos y se alejen de la monotonía y limitaciones de un encasillamiento.

La ciudad de morales es así, atada a las emociones, al mar (sí lo tiene), cambiante y estimulante, ciudades como vitoria, dice en el texto, tienen una buena planificación y funcionan bien, pero carecen según Solá de carácter e identidad urbana propia, la ciudad tiene que hacernos sentir que nos pertenece y que formamos parte de ella, que participamos de ella y tenemos posibilidad de cambiarla.

Frente a este pesimismo o incomodidad con las ciudades, con el sentirnos a disgusto en el entorno que nos rodea, Solá anima a cambiar esto, a no acostumbrarnos a lo feo y lo incómodo, solamente cuando sentimos en nuestra ciudad una necesidad, como de que falta algo, que esto podría estar mejo de esa forma, que estaría genial que pasara esto o hiciesen aquello en este lugar, sólo cuando esto ocurre, es cuando se necesita y tiene capacidad de sucederse una trasformación urbana real y factible.