En este texto, De Solà-Morales intenta transmitir la importancia que tiene en la ciudad las zonas en las que se produce el contacto ciudad-persona.

Cuando se crea una gran obra arquitectónica, resulta muy llamativo para todo el mundo. En las grandes Expos alrededor del mundo se ha jugado con este tema (no sólo las grandes exposiciones, sino olimpiadas… Intentar destacar haciendo grandes instalaciones acaba siendo una competición en la que el verdadero resultado cuando pasan los años son extensas superficies demasiadas veces abandonadas que quedan como una mancha en el plano. Para ello, practicar un espacio dinámico es una fácil alternativa. Hacer que estos espacios puedan transformarse en alguna forma de espacio público, o cualquier uso secundario que no produzca un vacío metafórico en la ciudad.

Cambiando de tema, las ciudades. Las ciudades pueden ser puzles que vamos completando añadiendo piezas en los vacíos, sin forzar su encaje. La construcción de una ciudad no siempre tiene un plan preciso para toda su extensión, lo que no significa lo opuesto: pensar en objetos individuales. La arquitectura tiene grandes fundamentos en integración con su emplazamiento hasta llegar al punto en el que el lugar es quien da forma a la arquitectura. Ir encajando piezas progresivamente puede conseguirse si se respetan las existentes adaptándose a ellas.  Y la funcionalidad completará su sentido.

El cómo funciona una ciudad ha ido cambiando a lo largo de los años. Una ciudad relativamente joven, debido al desarrollo en la arquitectura y en la tecnología, sabe aprovechar mejor su emplazamiento, sabe adecuar mejor sus espacios públicos, acierta más en su red de transporte, construye de forma más eficiente… O al menos dispone de estos recursos. Esto no significa que una ciudad antigua no haya sabido adaptarse a su situación o crear magníficos espacios urbanos en la ciudad: de hecho gracias a ello el urbanismo actual puede crear estudiando estas ciudades y sus aspectos en relación con las personas que las habitan.