El texto habla de la densificación que sufren las ciudades y de cómo se ha intentado tratar este problema desde hace ya mucho tiempo. Se intenta limitar el número de viviendas por acre en las zonas residenciales, lo que llevará a hablar de temas de coste.

  Ya que, en el intento por esponjar la ciudad, se le pone límite a todo lo que hay en ella: alturas de edificios, anchuras de calles,… es decir, una ordenación completa que nos lleva a una monotonía de la ciudad, sin ningún detalle particular.

  Y esto lleva a las dos corrientes que surgen: el “formalismo” que acata todas las ordenes urbanistas y que se rige totalmente por ellas, y el “informalismo” que se apoya en las características propias de cada lugar, es decir, el “urbanismo en la práctica”.

  Y es que las dos maneras de plantear la ciudad tienen su belleza particular, la primera porque hace un gran conjunto y la segunda porque crea momentos inusuales. Ya que en la primera se pretende dar un orden racional al crecimiento de la ciudad, imponiéndose. Y la otra, prefiere el encanto de lo inesperado.

  Pero no se pretende simplemente simplificar la ciudad, si no de darle una mayor escala. Ir de lo particular a lo general. Quizás dejar de lado la ciudad y centrarnos en un espacio, pero sin olvidarnos del resto.

  Como podemos ver, no hay nunca dos ciudades iguales, ni dos espacios iguales. La propia morfología de la ciudad, aunque se le impongan ciertos rasgos idénticos, sigue su propio curso y alcanza esos momentos diferentes del resto.

  Pero otra vez nos encontramos con el mismo problema que hace unas décadas. La ciudad está muy densificada y necesita desglosarse.

Imagen: http://www.biografiasyvidas.com/biografia/u/unwin.htm