Nuestra utopía, en el caso de duplicarse la población de Río de Janeiro, consiste en una apuesta por las construcciones en altura, que permiten más densidad con menos ocupación de suelo.

Las calles, a nivel de rasante, y los morros se convierten en espacios verdes, parques y zonas comunes libres de tráfico en su mayoría. Los aparcamientos se eliminan gracias a la existencia de almacenes de coches, situados a las afueras de la ciudad, permitiendo que cada persona solicite su vehículo en el momento que desea usarlo. Cada coche va y vuelve de manera autónoma y automática.

Los rascacielos se conectan con las zonas verdes de los morros tanto a nivel inferior como mediante calles intermedias que permitan a las personas de las plantas más altas sentirse conectados con el exterior.

A su vez, los edificios se conectan unos con otros mediante calles a diversas alturas, de manera que se establecen vías de transporte público también a cotas superiores. Estas vías se caracterizan por estar compartidas entre transporte y peatones. Este sistema eleva el vehículo de manera que pasa por encima de los viandantes, permitiendo que no se vean afectados el uno por el otro.

Nos hemos centrado en crear un ambiente tecnológico y moderno, pero a la vez vinculado a la naturaleza y las relaciones entre toda la ciudad. Pensamos que una utopía conecta todos los espacios, desde las zonas colectivas hasta cada vivienda, con el fin de conseguir que todas las personas se sientan parte de algo común.