Lo primero que se hace en este artículo es diferenciar entre ciudades naturales, que se crean de manera espontánea, según las necesidades que se van creando y organizadas en semirretículo, y las ciudades artificiales, que son planificadas y en las que falta algo esencial, puesto que están organizadas como si fuera un árbol, estructurando lugares que no se relacionan entre sí.

Tendemos a pensar la ciudad como un árbol, puesto que es más fácil manejarlo, pero la realidad es mucho más compleja, el control y el ejercicio de la ciudad funcionan como un semirretículo. La estructura natural es un semirretículo y no un árbol.

Tendemos a ordenar y percibimos el semirretículo como desordenado. Es por eso que a veces el orden no funciona, dentro del desorden hay más encanto debido a la interrelación que supone.

Cualquier agrupación aislada tiene estructura en árbol, y si las superpones forman un semirretículo. Abarcar la complejidad de un semirretículo es muy difícil y supone un gran esfuerzo. Hay que comprender qué tipo de superposición necesita la ciudad moderna, puesto que a veces crear muchas superposiciones puede provocar caos. Hay  que pensar cuales son los rasgos que hacen que dos lugares se relacionen, el hecho  de estar uno al lado del otro no implica que se relacionen, que se yuxtapongan.