En este texto se argumenta como debe ser un buen urbanismo. Un urbanismo que actualmente solo busca la funcionalidad, que resuelve los problemas del crecimiento de población de manera poco acertada, creando edificios en altura, dejando pequeños vacíos descuidados.

Se habla también sobre las diferencias entre las posturas de una belleza formal, que atiende a las leyes y a una tradición clásica, sin destacar; e informal, que se apoya en el contraste y la diferencia, y cuál  es la postura que se debe tomar al respecto. A mi parecer tiene que haber de todo, tanto formal como informal, puesto que si solo hay una arquitectura formal, la ciudad se convierte en algo monótono y aburrido y si solo hay una arquitectura informal, no se podría valorar realmente esa diferencia, y se convierte en algo meramente estético, sin significado funcionalista y amable con el entorno.

El autor propone que  cada proyecto se tiene que pensar en conjunto y al detalle, desde lo particular a lo general, puesto que si solo se piensa desde lo particular sin tener en cuenta el conjunto, el entorno, se crea algo que no se integra en el paisaje, algo que crea incomodidad. Y si se piensa solo conjuntamente se crea algo monótono, una ciudad homogénea y aburrida que no tienen en cuenta las necesidades particulares del territorio y de las personas. Por ello se debe en cuenta conjuntamente y a la vez, tanto lo particular como el conjunto.

A veces los arquitectos y urbanistas se centran solo en la belleza, en su idea de proyecto original, olvidando factores muy importantes como la utilidad y el papel que desempeñarán las personas allí.