LA CIUDAD NO ES UN ÁRBOL C.ALEXANDER

Creada el 12 de Octubre de 2017 a las 13:51 por Lucia_Lozano

Proyecto: Urban Games 2017
Tema: Diálogos
Coordinadores: abarca dacama

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Descripción

Análisis crítico sobre el texto "La ciudad no es un árbol" de C.Alexander.

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A través de un recorrido analítico Alexander llega a redactar un axioma. Lo cual nos ayuda notablemente en nuestro trabajo como alumno a entender cuestiones básicas sobre el ordenamiento geométrico de nuestras ciudades:

Una ciudad en semirretícula o natural engloba o aspira a englobar la diversidad urbana. El autor lanza un paralelismo gráfico que mantiene que la semirretícula urbana es fiel al modo de ser  de las realidades sociales (ejemplo de esquema de formación de grupos sociales). Esa debería ser, por tanto, nuestra dirección de trabajo.

Por el contrario, una ciudad árbol es una abstracción, una simplicidad conceptual que nos aparta de nuestro cometido de hacer ciudad. Paradójico que con mecanismos racionales, urbanistas –insistamos: muy racionales- llegaron a soluciones tan irracionales, tan poco lógicas y exentas del estudio social. Y esto nos recuerda, incluso, a ese “Método y razón” (1637) que proponía Descartes en el que se empeñaba a elevar el trabajo individual frente al trabajo en equipo argumentando que una ciudad sería mejor si la hiciera un solo arquitecto que si la pensaran varios. Todavía hoy, aún nos cuesta desembarazarnos de esa manía del ser humano de simplificar y querer tenerlo todo ridículamente controlado.

Intentando crear debate, la primera cuestión que se me plantea es: puede ser sencillo diferenciar una ciudad natural de una ciudad artificial, también puede serlo entender la diferencia entre ambas; la sobreposición, el juego entre espacios que crea semirretículos (superponer, interconectar o desconectar espacios atendiendo a la función, uso,…). Pero no solo es la sobreposición, sino qué tipo de sobreposición; un cubo de basura (según cita textual del autor) también es una sobreposición y no por ello la tomamos como referencia para crear ciudad. Entonces, la cuestión es: ¿Cómo podemos entender o detectar esa delgada línea que separa una ciudad caótica de una ciudad natural (compleja y funcional) ?  Pues ambas nacen de la espontaneidad y de la necesidad ciudadana.

Y de ahí podemos hilar con otra cuestión; ¿Debe tener grados de “espontaneidad” la ciudad? Quiero decir: ¿Debe el urbanista simplemente supeditarse al ciudadano y de este modo ceñirse únicamente a guiar la ciudad para ordenar dicha “espontaneidad” con objeto de evitar ese caos? ¿O debe de tomar ciertas responsabilidades o iniciativas propias, no quedando siempre supeditado a la exigencia del ciudadano, en pro de lo que él/ella considere “una buena causa” -como para integrar diferentes culturas, invitar a cambios sociales de integración, derribar fronteras culturales, trabajar contra la brecha entre clases sociales, razas, sexo, género, etnias,…-?

En cualquier caso, queda claro que la labor del urbanista no es jugar a ser Dios y que, por supuesto, el fin no justifica los medios.

Comentarios

luciagg 12 de Octubre de 2017 a las 20:34

Me parece una fantástica reflexión respecto al artículo. Opino de igual forma que tú, no sabría diferenciar entre una ciudad natural de una artificial, puesto que a pesar de que el autor pone varios ejemplos, él solo los diferencia por principios ordenadores que no veo claros. En el caso de Granada, ¿sería la ciudad natural o artificial?, porque podríamos decir que el centro tiene una organización en semirretícula donde todo acaba conectándose, y los barrios de alrededor serían artificiales, puesto que existe una separación entre ellos, con distintas administraciones entre estas zonas; en mi opinión veo mejor una conexión más separada, puesto que no puedes concentrar todos los usos, por motivos de movilidad principalmente y de gestión. Así podría decir que la crítica hacia la ciudad artificial no es tan mala como la pone Alexander en su artículo, hay que adaptarse a cada ciudad y según sus necesidades.


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