Una de las grandes aportaciones de Unwin en la obra “Para un urbanismo particular”, y que Solà Morales comenta en el prólogo, es el valor que da al emplazamiento. El terreno deja de considerarse una propiedad sometida a los intereses del mercado, para pasar a formar parte de la arquitectura.

Las características del lugar influyen directamente en los planes urbanos y proyectos arquitectónicos, dando como resultado ciudades únicas.

Esta nueva concepción del terreno le lleva a enunciar la dualidad  formalidad-informalidad con la que se deberían diseñar las ciudades.

La crítica a la consideración del suelo como un simple bien económico sigue teniendo plena vigencia. Son innumerables los ejemplos de ciudades deshumanizadas, de diversas formas pero por un mismo motivo. Grandes superficies edificadas y deshabitadas, ciudades destinadas únicamente al turismo, zonas con superpoblación y condiciones de vida precarias… en todos estos casos el urbanismo queda supeditado a los  intereses económicos.