Lo más interesante del libro es la crítica al concepto de propiedad privada como eje de la sociedad y su relación con las clases. Lleva al extremo una solución, describiendo una sociedad aparentemente perfecta, pero cargada de ironía, hasta el punto de ser inquietante, omitiendo sentimientos básicos en la naturaleza humana pretendiendo alcanzar una civilización moralmente superior pero que es claramente insolidaria e intolerante con el que no se amolda a ella. No existe la individualidad y la libertad es manifiestamente limitada, dejando ver las dos caras de la moneda; es una utopía y a la vez una distopía.

No obstante entiendo que la intención del texto es abrir un camino en el pensamiento de las ciudades que no se había planteado hasta entonces o, simplemente, avanzar.

Si bien la ciudad ideal ya es comentada en La República de Platón, está obra considera que el ciudadano puede llegar a ser un agente activo de la utopía, es decir, algo sobre lo que apoyarse, mientras que la obra de Platón, (como se aprecia también en su referencia contemporánea, Matrix) considera al individuo como inevitablemente imperfecto, un agente pasivo y por tanto alguien sobre quien aplicar la utopía.

Es decir, Tomás Moro introduce al ciudadano común, no ilustrado, en el debate sobre la sociedad, mientras que Platón lo considera sufridor o recibidor de ese debate, no partícipe.