Tomás Moro nos habla en el texto de una isla ideal de la cual me llaman la atención varios aspectos y que me gustaría comentar:

-Gran superficie: No hay problemas de sobrepoblación, ni falta de espacio para cultivos, ni falta de recursos básicos. Dispone además de todos los paisajes posibles, playa y montaña, bahías y colinas, que proporcionan todo tipo de bienes y ventajas.

-Seguridad constante: Resguardo del viento, entrada peligrosa por la bahía que evita invasiones de extraños, defensas naturales y artificiales, murallas, canalizaciones de agua que no permiten que el enemigo pueda cortar, desviar o envenenar el agua.

-Recursos mínimos cubiertos: Agua dulce potable y conocimiento exacto de dónde se encuentran los víveres necesarios, que de hecho se producen en exceso.

-Comunidad unida: No hay conflictos. En todas las ciudades hablan la misma lengua, tienen las mismas instituciones y leyes, es decir, no hay disputas entre razas ni competencia cultural. Actividades compartidas entre todo el mundo. No hay clasicismos ni jerarquía real.

-Ciudades ideales: Todas sobre un mismo plano, con el mismo aspecto (igualdad). Ninguna ciudad está tan lejos de la más cercana como para que no se pueda ir de una a otra a un día de camino. Terrenos cultivables en todas las ciudades, que proporcionan autoabastecimiento e independencia. Casas cómodas habitadas por turnos. Uso de materiales naturales que respetan el medio. Edificios elegantes y limpios, con jardines con huertos. No hay viviendas de propiedad privada.

Desde mi punto de vista, esta isla lo basa todo en la confianza colectiva e individual para salir adelante, en el apoyo mutuo, pero me resulta inquietante el hecho de que todo sea perfecto. ¿Dónde están el desorden y el conflicto que generan las distintas tensiones de la ciudad? Es todo tan idílico que me produce malestar e inseguridad. Obviamente esto es irrealizable en la vida real, no solo porque emplazamientos de esta categoría difícilmente se pueden encontrar, sino por la propia sociedad que tenemos, una sociedad capitalista en la que basamos nuestro éxito en la cantidad de objetos que poseemos; mi casa, mi coche, mi comida, mi vida. “¿Compartir la casa, dejarla abierta para que entre todo el mundo y no tener nada en propiedad? Ni soñarlo, lo mío para mí”, diría casi cualquier persona de occidente a la que se le plantease esta idea (a excepción de algún país nórdico). Además, percibo en este texto una falta de intimidad para cada individuo, ya que están acostumbrados a compartirlo absolutamente todo, incluyendo el espacio personal.

Por otro lado sí que es cierto que me encanta la idea de que las ciudades se piensen a la escala humana, donde todo es accesible y permita a todo el mundo tener a mano los objetos de necesidad básica, evitando el transporte a largas distancias.

Imagen: Episodio 21 de la temporada 4 de Los Simpsons en el que el abogado Lionel Hutz imagina un mundo utópico (en su caso, un mundo utópico sin abogados).