¿Son las supermanzanas un concepto urbanístico novedoso? ¿Pueden llegar a lograr pausar la estresante forma de vivir la gran urbe con la imponente presencia del automóvil como símbolo del progreso? Son preguntas que surgen tras la puesta en marcha en Barcelona de las 'Superilles', un proyecto piloto que busca la peatonalización de grandes áreas de la malla Cerdá mediante la unión de varias manzanas. Los vehícluos a motor no pueden atravesarlas, deben bordear su perímetro, en el interior se limita la velocidad máxima a 10 km/h y se están potenciando numerosas actividades que den un impulso vital a las calles. Hasta ahora las críticas de la ciudadanía son favorables y ya están empezando a demandar intervenciones de ese tipo en otros barrios de la ciudad; también ha captado la atención internacional, sobre todo en EEUU, donde los ciudadanos usan el coche para absolutamente todo, siendo la media de un coche por estadounidense y el espacio para el peatón muy reducido. 

Estos planes de puesta en valor del espacio público se consolidarán en el tejido urbano, puesto que tienen un carácter gradual e inclusivo, donde todas las opiniones se escuchan y debaten, dándole forma a la calle con los ciudadanos, algo que rompe drásticamente con los anteriores diseños en despacho, alejados totalmente de la realidad urbana. 

¿Volverán nuestras ciudades 'modernas' a tener algún día la pátina de la vida de las antiguas ciudades surgidas de forma natural? La respuesta parece cada vez más próxima al sí, gracias a intervenciones como las de Barcelona o Vitoria-Gasteiz, y a la tendencia cada vez más acentuada de superponer usos en la ciudad, no segregando espacios ni funciones de forma radical.