El ensayo de Kevin Lynch sobre la transformación que está experimentando actualmente la planificación del sitio, cada vez más carente de valores transcendentes para poder llegar a ser buena. Este artículo, junto a la anterior crítica a la ciudad de Rem Koolhaas, intentan hacernos reaccionar e incentivarnos a tomar partido en el necesario cambio de pensamiento y en una mayor implicación con el entorno, con las personas y con sus relaciones. No podemos permitir que los lugares donde queremos hacer nuestra vida sean regidos por principios banales, tales como “Que todas las casas deben ser orientadas en las direcciones de los puntos cardinales”, ni insistir en implantar tipologías que a priori nos hayan gustado. La planificación no ha de ser eso. Debemos llegar a una planificación de diálogo constante con todos los factores que la incumben, realizar exhaustivos estudios y análisis de entorno, del territorio, del pasado, de los deseos de los habitantes… y una vez entendido todo esto, poder llegar a un acuerdo en su diseño sabiendo (y permitiendo) que éste será transformado por las generaciones venideras en uno mejor. No se trata tanto de implantar unas ideas y principios formales planificados, sino de su grado de planificación.

Me decepciona como en lugar de evolucionar después de las grandes bases que tenemos sobre emplazamiento, de lugares bellos y cuidados, como el Palacio de Katsura o el asentamiento inca de Machu Picchu, ahora podríamos llegar a pensar que grandes potencias como EE.UU. pueden ser referencias, pero basta con atravesar sus calles para darnos cuenta de la superficialidad, inhabitabilidad, incomodidad y hostilidad, invasión del tráfico en nuestro espacio vital, de que en su planificación somos los olvidados.

Por tanto me parece una buena reflexión y con grandes enseñanzas, además de que el propio autor es consciente de que sus ideas serán aplicables hasta cierto tiempo, y que  el lugar debe evolucionar a la par de la tecnología y las ideas.