EL FINAL DE LAS CALLES

En los años 50 del siglo XXI, las ciudades en todo el mundo llevan a cabo una pequeña pero constante transformación. De los antiguos modelos de ciudades pensadas para automóviles de combustión, se ha pasado a ciudades en que la movilidad más necesaria se hace a pie, o con unidades de desplazamiento individuales, que no precisan de acerados, ni calles, que en su capacidad de geolocalizarse han evitado la creación de rutas especificas controladas, de manera que la comunicación se realiza libre, tal como ocurría en una plaza en siglos pasados. La comunicación para largas distancias, tanto de vehículos públicos como privados, se desarrolla en el subsuelo hasta que sale del espacio urbano. Este proceso está cambiando considerablemente nuestras ciudades, como en el caso de Granada, donde el espacio presentado plantea una comunicación libre entre las antiguas calles y barrios aún existentes a través de la fusión de los bordes dejándolos indefinidos, donde la naturaleza pareciera que invade la ciudad vieja, y las nuevas propuestas que en su consideración han establecido puntos de referencia urbana en los que se ubican centros comerciales-culturales y ocio, que en estos tiempos se han fundido en un único modelo, rodeados de una masa forestal tan potente que llega a tomar la consideración de bosque urbano. Las tecnologías de desarrollo agrícola y forestal han hecho posible la implantación de biodiversidad no autóctona que configura un paisaje vegetal impensable hace tan solo 30 años.