Habitar la ciudad

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Habitar en la ciudad, para mí, tiene un significado más allá del hecho de vivir. Para definir la acción de habitar, primero es más importante saber qué considero yo el lugar, esa ciudad, esas emociones que me producen y cómo su formación a lo largo de la historia me ha llevado a tener esta concepción de ella. La ciudad va estableciéndose, como explican los urbanistas en muchos de sus libros, basándose en aspectos que hoy en día siguen siendo más que visibles en su parte urbanística. Por ejemplo, aunque muchas veces existe la creencia de que contar con una vivienda individual es suficiente para aislarnos si quisiéramos de todo lo que nos rodea, lo cierto es que la propia arquitectura siempre tendrá en cuenta la época en la que vivimos y el lugar donde nos establecemos. Cuando pasas por la ciudad, te encuentras inmerso en una cantidad de relaciones, culturas, tradiciones y contrastes entre todos ellos que permite la existencia de una diversidad que en la mayoría de las ocasiones puede ser abrumadora. He intentado reflejar estos puntos en mi dibujo a partir de los colores, que representan los distintos mundos que se reúnen en un mismo lugar, y esa sensación de sentirse diminuto por medio de la cantidad y tamaño de los edificios representado. La ciudad tiene su propio ritmo: todo va demasiado rápido. Luces, ruido, movimiento… tienes que adaptarte a ella con tus propios medios. De ahí el uso de líneas rectas que convergen en un mismo punto, que parecen fugaces e imposibles de seguir el paso. No hay hueco para la tranquilidad. Sin embargo, eso es también lo que hace atractivo a la ciudad: saber ocupar tu espacio, hacer un paréntesis entre lo personal y lo colectivo, llegando a lucrarte de ambas cosas.