Así, si todo espacio urbano es más o menos público, ¿cuál sería la especificidad de los que llamamos convencionalmente, “espacios públicos”?

¿Podemos distinguir qué proyectos cuentan y cuales no cuentan como tales espacios?

Sin duda la respuesta a estas cuestiones no sería bien recibida, y es que en la actualidad está vigente la clara decadencia que sufren los espacios públicos, ya que no somos capaces de precisar la ESPECIFICIDAD de esos espacios, se entienden como vacíos urbanos que geometrizar, distorsionados por la estética, en los que la expresión y comunicación del lugar se dejan de lado.

Entiendo así, como Manue de Solá-Morales, que el espacio público implica URBANIDAD, espacios capaces de asumir las  necesidades del  viandante, capaces de esperar a que sea el ciudadano el que llene el espacio con sus actividades, capaces de respetar las preexistencias urbanas.

Apareciendo aún actuaciones que el autor clasifica como: ordenan,  técnicos, de valor político y de valor artístico, anotando que a la hora de generar un espacio público los  intereses del promotor o los propios intereses del proyectista siguen apareciendo, desbastando la original naturaleza del espacio público como espacio colectivo por excelencia.

Quizás hoy hay que buscar una idea y la posibilidad de desacralizar el lugar, pensando únicamente en la propia ciudadanía.