En primer lugar, y por encima de todo, ganas de hacer cosas. Ganas de actuar, de mejorar, de regenerar. Ganas de hacer de la ciudad un lugar más ameno. Ganas de aportar mi granito de arena para que la vida de las personas sea un poco mejor. Ganas de ver a los niños jugar en "mis" parques. Ganas de ver a los ancianos pasear por "mis" bulevares. Que la gente se divierta y disfrute de la vida. Que este mundo lleno de penurias sea un poco más justo. Que los países subdesarrollados adquieran una serie de mejoras suficientes para que sus habitantes sonrían de la manera más amplia posible. Porque si algo he aprendido en esta asignatura, es a currar, a disfrutar, y a hacer que los demás disfruten. Y la arquitectura abre el camino para que muchos aspectos del mundo de la vida puedan evolucionar hacia ese utópico bienestar.
No sé qué nivel de conocimiento alcanzaré, ni si alguna vez seré capaz de llevar a cabo algún proyecto que satisfaga las necesidades de los ciudadanos. Eso lo determinará el tiempo. Pero lo que sí tengo claro, es, que esas ganas de luchar por nuestros espacios, no me las quitará nadie nunca